SUPERAR LA DESIGUALDAD EN CHILE

Es el debate inevitable de esta campaña presidencial. Ningún candidato puede esquivar esta pregunta. Obispos, economistas, sociólogos y hasta el mundo del espectáculo discuten del tema. Y nadie puede negar el diagnóstico: somos uno de los diez países más desiguales del planeta. Sin embargo, ¿existen propuestas concretas para superar esta brecha?

Si preguntamos a los seguidores de Milton Friedman y Friedrich von Hayek, la respuesta será simple y sincera: la desigualdad no sólo es inevitable, sino necesaria para el correcto funcionamiento de la economía. Para ellos la desigualdad es un estímulo a la competencia, y por esa vía, al crecimiento y a la rentabilidad. Todo intento de reducir la desigualdad, implicaría una limitación a la libertad. La única igualdad posible sería la neutralidad con que el Estado debe tratar a los ciudadanos.

Este tipo de ideas impregnó por mucho tiempo las aulas universitarias y los departamentos de estudio, postergando la necesaria búsqueda de alternativas viables. Sin embargo, este año parece que el tema ya no puede ser olvidado. Un malestar difuso, una vergüenza indisimulable aqueja a los chilenos. ¿es posible preservar las bases del actual modelo sin pensar en su sostenibilidad social? Hoy se sabe que disminuir las desigualdades es un factor inherente al crecimiento de una economía, porque un bienestar compartido permite elevar la innovación e incrementa la productividad.

La agenda de reformas pro-igualdad puede ser muy extensa. Debe implicar hacer más eficientes e igualitarios los servicios públicos de las regiones menos integradas al desarrollo, mayor control ciudadano de la gestión pública, garantizar la cobertura de salud para las mujeres que decidan tener hijos, tanto en el sistema público como en el sector privado de salud. También se requiere cambiar nuestros parámetros de medición de la pobreza, muy bajos en relación con las definiciones estadísticas internacionales. Estas y muchas otras medidas pueden ser implementadas dentro del marco de las políticas actualmente vigentes.

Sin embargo, otras propuestas necesitan una mayor voluntad política. Por ejemplo, implementar una reforma tributaria con un impuesto a la renta, de personas y empresas, más progresivo. Sin duda una medida de esta naturaleza sería conflictiva, pero inevitable si comparamos los niveles tributarios de Chile con los de países que poseen mayor equidad interna. También urge discutir sobre la explotación sostenible de nuestros recursos naturales. ¿Por qué no implementar un royalty compensatorio por el aporte de los recursos naturales a la producción? Un mecanismo de esta especie permitiría corregir las distorsiones en el mercado, y hacer más eficiente la producción.

Medidas de esa naturaleza no bastarán si no hay una inversión más inteligente del gasto social, que permita, por ejemplo, elevar la calidad de la educación. ¿Por qué no pensar en una subvención escolar diferenciada de acuerdo a la situación social de los estudiantes? Necesitamos a los mejores profesores en las escuelas más difíciles. Urge también acelerar reformas sociales postergadas. Entre ellas, la reforma previsional. Hoy estamos obligados a cotizar en un sistema privado que obtiene grandes utilidades pero que no asegura a la gran mayoría de los chilenos una pensión digna. ¿Por qué no hacer efectivo el artículo de la Constitución que asegura que el Estado debe garantizar la prestación de iguales servicios de seguridad social mediante instituciones públicas o privadas? ¿Por qué no permitir a la ciudadanía escoger entre un sistema privado o un sistema público de previsión?

Necesitamos un proyecto de país que considere la igualdad como una ventaja competitiva y no como un costo o una externalidad.

Original: http://www.lanacion.cl/noticias/opinion/superar-la-desigualdad-en-chile/2005-08-22/180608.html